Pandemia es esa tormenta a cuyo paso llevará muertos y dejará vivos despojados. No solo me refiere a que deje a los vivos despojados de sus seres queridos, amores, y demás vínculos humanos, en tiempo de pandemia eso se banaliza; me refiere a lo peor, es que después de la tormenta pandémica no vendrá la calma, sino vendrá la peste, ya que la tormenta también se llevará, y lo está haciendo, los valores y sensibilidades humanas, estructuras sociales, arraigará la peste del populismo, pero también, entre sus cosechas, se va a llevar la economía sumergida, los pequeños emprendedores, los apañados rurales, en el pequeño comercio, hostelería, servicios y demás sectores residuales de la vieja economía.
Los planes de ayuda propuestos hasta el momento tendrán en cuenta solo aquellos que forman parte del círculo económico, teniendo como referencia su última declaración de ingresos del año anterior. Claramente quedarán fuera todos aquellos que parásitaban el sistema viviendo del dinero negro y enriquécidose a espaldas, las arcas públicas, que obvia y lógicamente no tendrán derecho al rescate.
El problema se traduce en doble filo. Por un lado, estos forman parte del tejido social, pero no del económico. Habría que alzar el grito y decir, con mayúscula, cuántos son. ¡Muchos! La otra vertiente del problema es que dejarles caer significaría tener un mañana ambiguo, un mañana ferozmente capitalista que nunca. Es sin lugar a duda la prueba del fuego a todos aquellos que tanto se enriquecieron burlándose del sistema.
¿Pero basta decir que el pecado esta en la penitencia, y dejarles a la deriva?
Es útil la penitencia, pero sería más oportuna la acepción francesa, correccional. Habrá que aprovechar esa crisis para imponer la conciencia, el sentido de Estado y sociedad implementando políticas penitenciario – económicas que les castigarán, sí, pero no mortalmente, para integrar ese modelo residual en los neopactos de la Moncloa.
Las enormes inyecciones públicas de liquidez tendrían irreparables daños en la economía si no se regularizará la supervisión del mercado negro. De no hacerlo, esa liquidez inflará el otro globo, permitirá su mayor parásito, y podría originar graves consecuencias al conjunto del Estado y la sociedad.
En la crisis del 2008 fueron los Estados quienes costearon el rescate de los bancos, y las especulaciones capitalistas, en cambio en esa hemos visto jefes de Estado solicitando a los magnates industriales su colaboración. Entonces de permitir la continuidad del globo paralelo, los estados se verán ahogados, acorralados, entre los magnates del capitalismo que obviamente saldrán más reforzados, y los parásitos de la economía, que de alguna forma, resucitarán, y posiblemente con más fuerza.